LA CRECIENTE COMPLEJIDAD DE LA PROBLEMÁTICA INDIVIDUAL Y SOCIAL.
La vida moderna sitúa al hombre en una compleja red de interrelaciones a la vez que conlleva a una tendencia de aislamiento individual.
En este sentido es importante considerar que la individualización sólo es posible en sociedad y que, a su vez, el nivel de salud de una sociedad depende de la integridad de los sujetos que la componen.
La educación acompaña al ser humano en su doble y correlativa realidad individual y social. Es, por un lado, proceso de socialización, por el otro es proceso de individualización, en el que se desarrollan y maduran capacidades para la autonomía y la responsabilidad.
Los procesos que conducen a la maduración, a la autoexpresión y al autorespeto, le permiten al niño reconocerse en sus virtudes originales, es decir recorrer un camino hacia sí mismo, creando a partir de ello las aptitudes esenciales para que el niño esté siempre atento a las realidades circundantes, a brindar sus aportes, interactuar, cooperar, por lo tanto, estar abierto al otro.
Esto requiere por parte de los docentes el más profundo respeto por la individualidad de cada uno de sus alumnos. Este respeto se sustenta en el conocimiento lo más exhaustivo posible de cada uno de sus educandos, de sus realidad, sus particularidades, sus capacidades, sus debilidades, etc. El docente, además, debe percibir al grupo como una totalidad orgánica en la que se conjugan múltiples niveles de capacidades, inclinaciones e intenciones, en una intensa y dinámica red de interrelaciones.
El conocimiento de los alumnos desde lo individual y lo grupal requiere compartir y convivir experiencias. Para hacer posible ese conocimiento el docente en la escuela Waldorf ya sea la maestra jardinera, o el maestro de grupo en el Colegio Rudolf Steiner acompaña como responsable durante un lapso de varios años a su grupo.
Cuanto más heterogéneo y estable sea ese grupo, tanto mayores serán las posibilidades de ejercitar y desarrollar las capacidades sociales. En la Escuela Waldorf los grupos están integrados por niños de diferentes procedencia, cultura, religión, nivel intelectual y social, y también niños con ciertas discapacidades.
Como el desarrollo anímico e integral de la persona exige también el desarrollo de las múltiples facetas del individuo, la Pedagogía Waldorf otorga el mismo grado de importancia a todas las materias tanto las intelectuales, como las artísticas y prácticas, respetando las posibilidades del rendimiento individual. Esto permite que los alumnos perciban las dotes y cualidades que cada uno posee en los diferentes campos del quehacer escolar, como también las dificultades o menores habilidades para determinados aspectos del aprendizaje. Así se fomenta la admiración y respeto por las capacidades propias y ajenas, y se despierta el espíritu de cooperación mutuo.
Esta vivencia se intensifica aún más en el proceso de evaluación, al suplir el patrón de calificación uniforme por una descripción minuciosa en la que se evalúa el rendimiento con respecto a las posibilidades y capacidades de cada uno. Se considera un buen desempeño, al que responde al máximo rendimiento posible para ese determinado educando. Se suplanta así la competencia mutua por el deseo de autosuperación, ya que es el individuo mismo el patrón con el cual se medirá su desempeño. Con el tiempo se agudiza una correcta autopercepción, y a su vez se sensibiliza para la exacta percepción y comprensión del otro dentro del marco grupal.
Esto intensifica la sensación de que TODOS están en proceso de aprendizaje, y permite descubrir la alegría y satisfacción tanto al poder brindar como al recibir ayuda.