Los niños perciben hoy de manera distinta a los de antes. Así por ejemplo, manejan fácilmente aparatos técnicos y al mismo tiempo pueden acoger más información que la generación de sus padres, pero carecen de interés por las flores, las praderas, padecen de una crónica falta de imaginación y a nivel de valores humanos los medios de comunicación también ejercen su efecto. Con los medios masivos entra la publicidad en casa. Sus imágenes, las representaciones y opiniones que contienen, dejan su huella en la imagen del mundo de los niños, en sus necesidades y normas. De la televisión los niños aprenden que cuando algo no les gusta, basta con cambiar de canal. Los niños trasladan esos modelos de comportamiento a la vida real.
La televisión no deja que surja el aburrimiento, ni tampoco la iniciativa, no necesitan poner a prueba su propia imaginación para inventar nuevos juegos y formarse un mundo propio. El niño simplemente se limita a tocar el botón. La prolongada exposición a la televisión con su exceso de imágenes atrofia la voz, y con ello el desarrollo del habla. Quien no puede expresarse a sí mismo desconfía también de las palabras de los demás y duda de la posibilidad de solucionar los conflictos verbalmente. Quien no desarrolla adecuadamente el instrumento de la palabra, se aferra al arma de la violencia física. El exceso de imágenes que los niños y jóvenes vivencian, algunas de las cuales no pueden elaborar ni entender, forma parte de las causas de la creciente agresividad, junto con la falta de movimiento y la incapacidad de comunicarse.
Pero los niños y jóvenes no sólo vivencian la violencia en los medios de comunicación, también en el mundo cotidiano que los rodea: en la familia, en la circulación vial, en el lenguaje, en la música que oyen. Sienten la violencia en la vida social y política. La violencia no tiene una sola causa, ni una sola forma de manifestación. Por eso desde la educación hay que combatir la violencia desde todos los niveles. De lo que se trata en la educación Waldorf es brindarle al niño imágenes llenas de sentido que puedan encontrar una resonancia en su alma. En los colegios Waldorf estas imágenes se eligen de forma escalonada de acuerdo con la edad. En la primaria el maestro las crea a través de los tesoros de la narrativa: los cuentos, las leyendas y fábulas son seguidas por los acontecimientos del Antiguo Testamento, luego la mitología nórtica, griega, persa y egipcia. En los cursos se pasa poco a poco de los héroes de las sagas a las grandes figuras históricas.
También en la clase de lenguaje, cuando se introducen las letras o en la aritmética más adelante, o en las lecciones de ciencias naturales, siempre en todas las áreas se intenta hacerlo a partir de la imagen, de una imagen llena de contenido.